Omar Cid Maureira: Natalma III: La tienda de perfumes.

20080131

Natalma III: La tienda de perfumes.



Gaderian, en un momento de extraña lucidez, comienza ha hilar en su recuerdo sus últimos días. No le extraña caer en la cuenta que ha pasado un tiempo que no tiene relación con el tiempo del mundo, y aparece en su mente la imagen, como si fuera ayer, de si mismo caminando relajado y orgulloso una tarde soleada de primavera, recorriendo el mercado de Natalma; con su colorido, y intrincada pero entretenida ruta.

El Mercado de Naltama se extendía, por varios pasajes al sureste de la plaza mayor, por un costado los juegos, y al final el burdel, que él no esperaba visitar. El mercado era de un bullicio alegre, sostenido en la música que emergía de las tabernas y los aromas que se mezclabana comidas, animales, plantas y frutos exóticos de la región, y en raras ocasiones de mas allá. Gaderian lo recorría, justificándose, en la idea de enterarse de estado del ánimo del pueblo, de reconocer en ese frenesí y su tomar el pulso a la ciudad profunda, hasta ahora para si mismo, sin que a nadie tuviera que explicarle ese solitario vagabundeo.

Esa tarde, distraído llego a un recoveco iluminado y a tras mano, al que antes no había llegado en el mercado, se destacaba en ese rincón despoblado y alejado del bullicio, una tienda extranjera, de suaves tonos, y sencillamente adornada. En ella había una mujer, que ofrecía yerbas para liberar males, polvos aromáticos y pócimas para superar problemas del alma. Pero lo que más acerco a Gaderian era un suave aroma familiar, un indescriptible perfume que lo conectaba con imágenes placenteras de su niñez, con cortas escenas alegres con la naturaleza, con ínfimos espacios de texturas y colores en el cual, como antes quedaba cautivado.

Su cautiverio en silencio, su hipnosis, que no podía explicar, lo expuso ridículamente frente a la mujer que lo miraba, pero no lo interrumpía en su atónito acercamiento. Lo miraba igualmente sorprendida, ella bajo la mirada buscando en que frasco, o en que paquete había atrapado la atención del ilustre visitante.
Gaderian pregunta sin saludar: - ¿que es ese perfume?, ¿Dónde esta?. También buscando, con su mirada pérdida en el taburete de productos exóticos.

La mujer extrañada; busca nerviosamente algo lo más refinado y se lo acerca; pero al acercar su mano con la botellita, al rostro de Gaderian, él descubre en el instante, que el aroma se acerco a él aún más en ese gesto, y que estaba en la mano, en la piel de esa mujer.

Y le pregunta, ahora mirándola a sus ojos : - es él que traes puesto, es ese, ¿donde esta?.

La mujer, lo mira extrañada, y toma y le acerca un pequeño frasco sencillo y sin adornos, y le dice:
- Señor, esto lo hago yo misma, con yerbas y especias de mi tierra.

Gaderian, nervioso, lo quiero, ¿para que sirve?. Sin saber para que hace esa pregunta utilitaria y vanal.

Y escucha sin distinguir si era la voz de la misma mujer o de una niña, que le responde.
- Señor para que sus noches se llenen de recuerdos y ellos busquen sus sueños.

Gaderian, petrificado, se detiene en los ojos color miel, de la mujer, y no puede responder, un instante después recupera un atolondrado movimiento mecánico de su bolsa y saca monedas que superan el valor que indica la mujer. Y se aleja sin estar consciente de que ya no él mismo que entro esa tarde al mercado.

Esa noche, Gaderian, insomne, sostiene la esencia en sus manos, sabe que lo que acaba de soñar, esta relacionado con sus más profundos y persistentes sueños, pero también con lo que le sucedió ese día. No quiere una explicación, para aquella niña libre que quebraba la helada con sus pies, y se escondía del sol, sin alguien que la vigilara. Ese sueño no tenia explicación en él, y desde su ventana busca en los callejones dormidos el lugar donde podría estar la tienda extranjera, ya no buscando el perfume, sino buscando sin razón, a la mujer.

1 comentario:

. dijo...
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